Siempre ha sido mi asunto pendiente. Eso de pensar que los segundos pasan irremediablemente. Eso del capricho de las horas. Eso de que es imparable y omnipresente. Eso.
Tomarse las cosas con calma es olvidarse de todas esas rencillas imposibles de olvidar, y como he dicho, olvidarlas. Hoy no debería tomarme las cosas con calma, porque he de hacer mucho, y no lo hago. Tengo un examen el lunes, y no tengo buenas vibraciones. No parece importarme: he olvidado que me importe.
¡Qué cruel! Incluso olvidándome de lo importante del tiempo, me atrapa en una espiral de parsimonia, que desembocará en un triste cinco. ¿Por qué sigo escribiendo aquí?
Me encantaría tener a alguien con quien conversar de castellano. Ojalá alguien me recitara una poesía. Mi poema favorito está a un brazo de mí, pero con mi voz pierde la magia.
Quiero que la calma me llene, hasta recordar que realmente el tiempo apremia.
¡Qué bonito es el olvido! ¡Cómo quisiera olvidar mi voz!