jueves, 4 de octubre de 2012

FRÍA VALENCIA

Tras un largo tiempo de silencio, aquí estoy de nuevo.
Tras el verano más maravilloso de mi vida, vuelvo a Valencia y veo que el mundo ha seguido sin mi y que desconoce lo que he vivido y lo que he cambiado. Mis expectativas ya no son las que eran, y ahora veo errores cometidos que antes creí que no eran.
Pero, en fin, he vuelto. He empezado el curso con el pié derecho, y he tomado conciencia de que tras este año me tomaré una semana para reflexionar a cerca de si quedarme en el barco que se hunde, o volar hacia nuevas costas. La decisión será más o menos difícil, porque no son mis circunstancias únicamente de las que depende la decisión, pero la tomaré entonces.
Por ahora, con un ambiente envenenado en la clase, entro conteniendo el aire, y no lo suelto hasta que salgo de allí. No quiero contaminarme. No me lo puedo permitir.

Por otro lado, extraño escribir. Mi vicio se reduce a unos veinte minutos diarios de entrenamiento y documentación. Palabras que caen en saco roto. No obstante, descubrí hace poco que esos pocos minutos surten efecto. Es importante no parar, no oxidarse. Cuando retome mis proyectos estaré engrasada y lista.
Releí ayer algunos capítulos y se me ocurrieron mejoras sustanciales para algunos de ellos, aunque no quedé del todo insatisfecha con la lectura. ¿Será que por fin estoy alcanzando un nivel en el que me siento bien? ¿Será que por fin he encontrado mi estilo?

Para contestar tendré que esperar hasta que el curso acabe. La escritura me absorbe, y en este momento no me lo puedo permitir. Lástima.

Aquí estoy de nuevo.

sábado, 28 de enero de 2012

PARA VARIAR, TIEMPO

Siempre ha sido mi asunto pendiente. Eso de pensar que los segundos pasan irremediablemente. Eso del capricho de las horas. Eso de que es imparable y omnipresente. Eso.
Tomarse las cosas con calma es olvidarse de todas esas rencillas imposibles de olvidar, y como he dicho, olvidarlas. Hoy no debería tomarme las cosas con calma, porque he de hacer mucho, y no lo hago. Tengo un examen el lunes, y no tengo buenas vibraciones. No parece importarme: he olvidado que me importe.
¡Qué cruel! Incluso olvidándome de lo importante del tiempo, me atrapa en una espiral de parsimonia, que desembocará en un triste cinco. ¿Por qué sigo escribiendo aquí?

Me encantaría tener a alguien con quien conversar de castellano. Ojalá alguien me recitara una poesía. Mi poema favorito está a un brazo de mí, pero con mi voz pierde la magia. 
Quiero que la calma me llene, hasta recordar que realmente el tiempo apremia.

¡Qué bonito es el olvido! ¡Cómo quisiera olvidar mi voz!

miércoles, 25 de enero de 2012

HE DE HACERLO

Tengo que ir a Londres. Tengo que hacerlo, y tengo que irme sola. Esperaré a que las clases me den un respiro en verano, pero no quiero esperar mucho más.
Hala, ya lo he dicho.

viernes, 20 de enero de 2012

CULTERANISTA, SUPONGO.

Son momentos de inspiración que pasan rápidos, pero que no dejan de ser inspiración pura que te infla los pulmones. Desde mi corta edad y mis horas frente a un teclado puedo afirmar que sé que la inspiración existe y que te hace sentir estar en el momento correcto. El lugar deja de importar cuando la inspiración te asalta. Lo que importa es el cuando, y el cuando ideal es el instante en que el cosquilleo te sube desde la planta de tu pie hinchado y te hace reirte de quien eras hace tan sólo unos momentos.
Estoy practicando últimamente. No escribo nada serio, pero me planteo mentalmente una retahíla infinitas de palabras y les doy sentido, en un vano intento de liberar mi prosa del arduo estilo barroco que la empaña. Así son las cosas. Quiero cambiar mi modo de escribir, porque si bien quisiera ser como Quevedo o Gracián, parece que aspiro más a Góngora y al culteranismo que tanto he odiado. No obstante, cuando lo que quieres decir, no pesa lo suficiente, y no tiene más que el volumen que aparenta, sólo te queda tener la suficiente gracia verbal como para convertir esa idea, esa expresión, en un súmmum de delicadeza, ira o verdad.
Puedo hacerlo, pero quiero parar.
He leído por ahí que lo fácil es el otro extremo: escribir sin más, y no pensar en las palabras, sino en sus ideas, y dejar que estas arraiguen en otras personas con libertad. Yo no doy libertad a mis ideas. Son lo que son, y las hago tan mías, que se encuentren en la mente de quienes se encuentren, seguirán siendo tan mías como en el momento en que salieron de mí.

Hace no mucho oí de nuevo a una persona expresar pensamientos como si fueran suyos. No lo eran.