viernes, 20 de enero de 2012

CULTERANISTA, SUPONGO.

Son momentos de inspiración que pasan rápidos, pero que no dejan de ser inspiración pura que te infla los pulmones. Desde mi corta edad y mis horas frente a un teclado puedo afirmar que sé que la inspiración existe y que te hace sentir estar en el momento correcto. El lugar deja de importar cuando la inspiración te asalta. Lo que importa es el cuando, y el cuando ideal es el instante en que el cosquilleo te sube desde la planta de tu pie hinchado y te hace reirte de quien eras hace tan sólo unos momentos.
Estoy practicando últimamente. No escribo nada serio, pero me planteo mentalmente una retahíla infinitas de palabras y les doy sentido, en un vano intento de liberar mi prosa del arduo estilo barroco que la empaña. Así son las cosas. Quiero cambiar mi modo de escribir, porque si bien quisiera ser como Quevedo o Gracián, parece que aspiro más a Góngora y al culteranismo que tanto he odiado. No obstante, cuando lo que quieres decir, no pesa lo suficiente, y no tiene más que el volumen que aparenta, sólo te queda tener la suficiente gracia verbal como para convertir esa idea, esa expresión, en un súmmum de delicadeza, ira o verdad.
Puedo hacerlo, pero quiero parar.
He leído por ahí que lo fácil es el otro extremo: escribir sin más, y no pensar en las palabras, sino en sus ideas, y dejar que estas arraiguen en otras personas con libertad. Yo no doy libertad a mis ideas. Son lo que son, y las hago tan mías, que se encuentren en la mente de quienes se encuentren, seguirán siendo tan mías como en el momento en que salieron de mí.

Hace no mucho oí de nuevo a una persona expresar pensamientos como si fueran suyos. No lo eran.

1 comentario:

  1. Me tienes que explicar eso del culteranismo. A ver si podemos tener una conversación por fin un día de estos, se echa de menos.

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