jueves, 16 de enero de 2014

Cambios.

Los clicks que llegan a mis oídos no son los clicks de mis teclas. Las paredes que me rodean tampoco son mis paredes. Ni siquiera los dedos que pulsan las teclas parecen míos. No sé si lo son en realidad. Deberían porque al fin y al cabo son mis dedos. Pero nada más es mío.
He perdido. He cambiado.
Ya no vivo donde vivía, ni comparto la vida con quien la compartía. Decidí no conformarme supongo. Elegí y nunca sabré si lo hice bien. No quiero saberlo.

Ahora noto un rastro de cadáveres tras de mi, justo a la sombra de mis talones, y los hijos de puta de los cuerpos me arañan los gemelos y me enganchan los tacones. Me hacen mirar abajo. Me hacen que vea qué es lo que he hecho. Y mi conciencia no me deja avanzar bien.
Por primera vez en mi vida no tengo un plan. Ningún plan.

Nada.

Sólo acurrucarme en ese rinconcillo en el que soy feliz.

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