viernes, 3 de enero de 2014

Pensamientos prohibidos.

Hoy he pasado el día entre papeles; entre páginas y letras. He leído bastante, sin orden ni concierto, pero he leído. Y aún así mi cabeza no se callaba. Palabras y más palabras rondaban por ella, de esas palabras que no se pueden escribir en un papel. Esos pensamientos que pesan si no se pronuncian, pero que al ver la luz te aplastan. Pensamientos prohibidos. Palabras ilegales en mi cabeza. Palabras que ni siquiera pueden ver mi hoja en blanco.

He tenido algunos momentos de conexión con mi conciencia, esa que creía que no existía, y que si lo hacía, vivía tomando cócteles de colores, entre otras áreas que tampoco uso, como el hueco donde habita la lástima, y la ajada litera de la positividad. Yo tengo muy claro que eso del vaso medio lleno no es lo mío, ni tampoco lo es sentir compasión. De igual modo pensaba que mi conciencia no me acusaba por mis actos, y que la muy puta vivía medio ebria en su largo periodo vacacional. Pues ella hoy tiene resaca. Me he sentido mal, he sentido remordimientos por querer hacer algo erróneo, algo que aún no he hecho. Me he sentido más humana que en mucho tiempo, como si hubiera recuperado un trocito de alma. De sucia y asquerosa alma.
Algo dentro de mí ha despertado, y maldita la gracia. Os juro que ya tengo bastante con las cosas que están despertando en mí como para tener que cargar con ella. No me ha gustado notarla, y lo que menos me ha gustado, definitivamente, es no saber exactamente a qué se debe ese remordimiento del carajo. Cada emoción debería venir con su librito instruccional, a modo de "Ser humano para Dummies". Bien explicadito todo, paso a paso. Con un esquema, quizá. Y a color.

Me analizo tanto, y tantas veces al día, que no puedo evitar atormentarme cuando una emoción surge del algún sitio y se instaura en mi cerebrito. No poder desandar sus pasos me desquicia. Podría estirar el brazo, y meterlo en mi tierra cerebral: escarbar entre raíces, cieno, malas hierbas, barro, hojarasca, gusanos y charcos de lágrimas. Pero no quiero. No quiero porque todo ese paraje medio congelado está formado por pensamientos prohibidos y palabras ilegales en mi cabeza, palabras que ni siquiera pueden ver mi hoja en blanco.

Todo está ahora del revés, nada está funcionando como debiera. En el reloj de mis días han desaparecido las agujas y no sé dónde estoy, qué hora es ni cuando han desaparecido, solo sé que las noto clavadas en mi pecho. Dos agujas clavadas, y me arranque la que me arranque, voy a sangrar, y algo morirá conmigo.

Supongo, que cuando muera, solo esperaré que alguien me dé su más sentido bésame, y me saque de la tumba... otra vez.

Alba Rosillo Llamas

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