viernes, 30 de septiembre de 2011

PUEDE QUE LA DECISIÓN ERRÓNEA, PERO UNA DECISIÓN

Tras un oxidado año sabático, hemos retornado a la rutina.
Ya llevamos una semana de clase y me estoy preguntando -muy acertadamente, he de añadir- si he hecho o no lo correcto, metiéndome en semejante percal. Porque seamos objetivos, no he hecho un bachiller de económicas. De hecho, sólo pensar en él me produce urticaria, por aquello de la matemática aplicada. Y, claro, hoy por hoy, tener una buena base es fundamental, o eso dicen, y mi base es nula. Me hubiera gustado prestar más atención a mi hermana cuando repetía salmodiantemente el estatuto de los trabajadores. ¿Eso se escribe con mayúsculas, por cierto? Un bachiller de económicas lo sabría, ¿no?
En mi clase, la gran mayoría parecen haber nacido con una calculadora bajo el brazo, y otros tantos han ido a parar a mi clase tras terminar una carrera. Así es el sistema, todos en un mismo saco para un mismo fin: encontrar trabajo. Quien lo consiga que tire la primera piedra.

Si he hecho lo correcto o no, aún no está claro, pero lo que sé seguro es que esto es un reto, un entrenamiento para lo que me espera en la universidad, y voy a superarlo, disfrute o no con ello. Ahora estoy feliz con mis nuevas libretas, y tengo el bolsillo desgarrado por el abusivo precio de los libros, aunque merece la pena pagarlos sólo por su olor. De lo que en realidad hablo es de que el fin justifica los medios. Antes no estaba dispuesta a pasar por una ardua preparación para llegar a un puesto de trabajo predilecto, y ahora sí. Si para llegar a un despacho con una pila de papeles por ordenar, he de aprender derecho laboral, que así sea.
Quiero estudiar criminología, y lo pienso pagar trabajando como contable, caiga quien caiga.

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